Estábamos en México, toda la familia, andábamos en partes que eran muy hermosas, parecidas a Valparaíso y combinadas con los paisajes del lugar nombrado. Habíamos ido a una parte con un río y muchas montañas, pero que estaban en la misma ciudad, ya había anochecido y yo estaba con Karen, Bea y Nino en un camión que iba dirección al cementerio, pero ellos se bajaron antes y se me perdieron de vista.
Entonces caminé entre el barrio, cuando ya era de noche tomé asiento un rato en la entrada del cementerio, miré como estaban todas esas tumbas, un poco arruinadas por el paso del tiempo, por un momento creí ver despertar a un muerto y caminar hacia mí, me asusté, sólo fue parte de mi imaginación. Después de ese fortuito pensamiento seguí con mi camino, tenía hambre. Al continuar avanzando por la oscura y tenebrosa noche, me di cuenta que la gente se había puesto bizarra y las calles cada vez más sucias y contaminadas. Llegué a una tienda de antigüedades; pero todo era distinto a lo anterior, esta vez se sentía un ambiente rico, acogedor. Había una abuela, también estaba mi ex jefe, el Rodrigo, además había una chica afroamericana y un tipo afroamericano que tenía una mirada sospechosa, un bebé y un niño que tenía 16 años aproximadamente; estaban jugando y riendo en el computador. La chica afroamericana era bien guapa y simpática, se me acerca y me dice:
- ¡Adivina qué!, Beatriz ya aceptó que mañana fuéramos al pueblo para ver en vivo y en directo un exorcismo.
Y yo sin pensarlo dos veces le dije:
- También quiero ir.
- ¿Segura?
- Sí.
- Pues entonces haré unas llamadas y mañana iremos.
La abuela se entromete y me dice:
- Si te crees tan valiente para ver un exorcismo pues métete allá atrás, ahí es donde tengo todas mis cosas, todo está poseído y embrujado, dale, métete.
Entro a la habitación pero estaba todo oscuro, era como si el lugar hubiera estado abandonado por mucho tiempo, miro hacia el fondo del lugar y encuentro el interruptor de la luz, entonces la enciendo y veo todas las cosas antiguas que habían, claramente se sentía un ambiente tétrico, pero de igual manera me acerqué, hasta que me encontré con una máscara que me miraba fijamente, se me habían puesto los pelos de punta, salí rápidamente del lugar y cerré la puerta por fuera. Le digo a la abuela que igual iba a ir al exorcismo.
Mientras tanto voy a conversar un rato con Rodrigo y el niño de 16 años para pedirles alguna dirección en donde pudiera dormir ésa noche, me la dan y me voy. Salgo de la tienda, pero repentinamente ya se había hecho de día, me voy corriendo hacia el cerro, y escalo las piedras de un salto, era muy rápida, llegué en unos segundos hasta la cima. Al estar en la cima me veo rodeada de la corriente del río, sin camino hacia tierra, no sé realmente por qué había subido hasta el cerro, pero intenté nuevamente saltar y logré llegar a tierra.
Mientras caminaba para encontrar la tienda, ya que me había perdido, me encontré a la Nino y a la Javi en los barandales de la orilla del mar y las rocas, caminamos un rato y por fin encontramos la tienda. Javiera estaba muy emocionada de haberme encontrado, ya que no pensaba que me encontraría en ese lugar, y muy entusiasmada me dice que se compró una especie de sustancia viscosa que se transformaba en tela de araña y podía pegarse a cualquier superficie sin caer, quedé impresionada, yo también la quería comprar. Javiera se subió al barandal para llegar a la famosa tienda, intenta saltar pero sus pies no se pueden despegar y sólo se queda recostada en el aire moviendo sus brazos como si fuera a volar. Nino mientras busca la cámara para dejar registrado un recuerdo del lugar, yo observo fijamente a Javiera como mueve sus brazos y se hace para atrás, hasta que en un momento se hace muy atrás y cae al suelo, pierde todos sus sentidos. No entendía nada de lo que estaba pasando, ahora no podía verle la cara porque su cabeza estaba mirando hacia otro lado, me acerqué para ayudarla, pero ella da vuelta su cabeza, y para mi horror su cara se estaba derritiendo, así es, ¡se estaba derritiendo!, se estaba transformando en esa cosa viscosa que le vendieron en la tienda, su apariencia era la de una calavera con piel cayéndose a pedazos, grité, no me gustaba nada lo que estaba sucediendo.
Con la Nino fuimos a sacarla, la pusimos en el suelo pero seguía derritiéndose ante mis ojos, balbuceaba algunos garabatos y eso que ya no tenía ojos ni labios. De repente diviso a lo lejos que sale el señor de la tienda y el afroamericano con mirada sospechosa, y se acercan, ellos nos ayudan a salir de ahí, luego nos llevan al interior de la tienda, el afroamericano pasa su mano sobre la cara de Javiera. Se pone su sombrero, nos mira, y se va caminando. Javiera volvió a la normalidad y yo le dije:
- ¡Guau Javiera!, eras como una calavera, que loco.
Me metí la mano al bolsillo y saqué el papel con la dirección que me había dado Rodrigo para encontrar el lugar donde supuestamente me quedaría a dormir. Fui para allá y llegamos con mi mamá a una casa que se parecía a una Okupa, y adentro habían personas practicando malabares, pajáritos y diferentes cosas relacionadas al circo, nos invitan, conversamos y nos quedamos. Lo más extraño de todo esto es que la casa tenia una cantidad de moscas impresionantes, me hice amiga de una chica robusta, le faltaba un brazo y un ojo, entonces es ahí cuando me exclama:
- ¿Sabías qué acá se pueden atravesar las paredes?
Y empieza a correr por toda la casa atravesando las paredes, yo la seguí y fue lo más entretenido que pude descubrir esa vez, las moscas también se divertían atravesando las paredes. En un instante le digo:
- ¡Oye!, ¡grábame mientras atravieso una pared!
- Bueno, pero después de atravesar ésta, corre.
Atravieso la pared y siento disparos de metralleta, no me importó. Voy corriendo a atravesar otra pared, y choco. Toco la pared y ya no se podía atravesar, recuerdo que me disgusté, voy a buscar a mi mamá. Está sentada en el suelo de la primera sala al lado de la puerta de entrada, me siento. Miro hacia afuera y hay muchos animales muertos; puercos, cebras, jirafas, todos los animales de un circo, entonces pasa una patrulla y le pregunto por qué mataban a los animales, y me dicen:
- ¿Tú estabas con estos animales recién?
- No, estaba con la gente del circo.
- Pues has tenido suerte, los animales que ves acá eran ellos y son asesinos, han asesinado ya a casi la mitad de la población, has tenido mucha suerte.
Entendí que la presencia de ellos era la que convertía a las paredes en portales y por eso se podía atravesar como si no existieran paredes. Nos fuimos. Ya no soy parte de la historia, sólo soy la que observa.
Veo llegar a uno de éstos circenses asesinos, ésta vez era un payaso, con un machete. Llega a una casa parecida a la que estaba pero con una mejor fachada. Es la casa de una familia; una mamá, un papá, una hija mayor y un bebé. El payaso busca al bebé, no sé si para matarlo o para robarlo y comenzar su familia otra vez. Lo encuentra, pero el bebé ni miedo le tiene, solo le sonríe y se va gateando, es muy veloz ese bebé. Se va por toda la casa, hasta llegar al techo, entonces el payaso lo alcanza y el bebé le pasa una espada recién afilada, y le pregunta.
- ¿Me quieres?, ¿me quieres Miguel?, porque yo si te quiero Miguel.
Miguel entre un llanto emotivo y de risa, le dice:
- Sí, te quiero bebé.
Luego miro al payaso y su cara era de susto y preocupación, miro al bebé y éste sostenía su espada con las dos manos, levanta la afilada espada y la coloca cerca de la cabeza del payaso y toma impulso, corta en dos al payaso y mientras lo cortaba, éste se fue convirtiendo en una cebra, la cebra corría por el pasillo del hogar y se iba deshaciendo mientras caía al suelo, hasta que se deshizo completamente. El bebé vuelve a su habitación. Yo me retiro del lugar para no regresar nunca más.